Hace pocos días impartí una clase titulada «transmedia» para un programa de la Fundación Antena3 y la Univesidad Complutense. En otras charlas ya me he percatado de la dificultad de transmitir el mensaje. Sin perjuicio de que la confusión y la falta de claridad debe imputarse siempre al conferenciante, es cierto como muestran las conclusiones del think-tank de Power to the Pixel que la propia definición del término entraña circunloquios y discusiones, especialmente cuando se refiere a distinguir entre crossmedia y transmedia. Peor, creo que conducen al hype.

Así que trabajo por encontrar las palabras. Asumiendo que el mismo think-tank de Power to the Pixel nos ha resuelto el dilema entre crossmedia y transmedia diciéndonos que las usemos indistintamente y como queramos, creo que puedo transmitir lo esencial. El o lo transmediático es un fenómeno, no una invención. Sucede. Viene sucediendo. No es un constructo, es una observación de la evolución natural de la forma de crear contenidos que, todo lo más, estamos aprendiendo a describir. Ocurre. No se ha fabricado.

Conclusión: el transmedia es una actitud y una forma de pensar antes que una técnica. Una forma de pensar que aprovecha lo mejor de cada medio y su integración con los seguidores. Un mundo de fronteras borrosas, que nos cuenta Frank Rose. Corolario: si no encuentro público para mi primera creación, da lo mismo lo que intente por cualquier otro canal: la historia no crece por encima de su medio de nacimiento. No funciona. Ya.

Si hablamos de negocio – industria – entonces la necesidad de pensar en términos transmediáticos ocurre porque se necesita aumentar la vida y duración del producto. Porque precisamos marcas más que series o películas. Porque necesitamos incorporar desesperadamente consumidores (¿participantes?) que provengan desde puntos diferentes o que se involucren en nuevos momentos en el tiempo. Porque sólo con una fuente de ingresos no basta, o no es suficiente o no lo será. Porque queremos seguidores identificados con la historia de forma que excluyan otras historias que compiten con la nuestra y que, seguramente, tendrán el atractivo de ser el sueño de los nuevos consumidores (de nuevo: ¿participantes?): universos de experiencias diversas. Tu hijo o tu sobrino. O tu mismo si ya eres de la generación gamer y conectada.

A nivel didáctico: nada como representar en una pizarra la Guerra de las Galaxias. E ir introduciendo la idea de universo, mitología, puntos de entrada a la historia y fans. Espero que así se haya entendido. O se pueda entender.