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Ara Ferrero

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Don’t let go: spotify anuncia su primera novela interactiva

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No es la primera vez que en el catálogo de Spotify encontramos algo más que música. Sin embargo, sí es la primera vez que el servicio lo anuncia en su red social y en sus noticias. Desde el 30 de agosto se puede escuchar el preámbulo de Don’t Let Go… y si se utiliza el código que dan al final, el resto de la obra, escondida en el catálogo.

El autor es el británico Joe Stretch, líder del dúo Hurts, actualmente promocionando su álbum en Spotify Premium. Es también al autor de la banda sonora de Don’t let go.

Aunque nos encontramos ante un proyecto mixto (integra la narración en audio con una música original que acompaña la escucha), y con cierto nivel de interactividad, al tener que buscar cada capítulo (y al no tener una única línea temporal, sino que el lector va eligiendo su propia aventura) resulta difícil clasificar Don’t Let Go como multimedia.

La banda sonora no se encuentra disponible en Spotify, por ejemplo, que sigue siendo un repositorio musical. En todo caso, para escucharla hay que poder escuchar el álbum de la banda. Tampoco se encuentra disponible el texto de la novela para ser leído posteriormente, lo que sí habría sido una apuesta multimedia. Todo esto lleva a que la novedad anunciada en las noticias de Spotify se «desinfle» un poco cuando, tras ir tecleando código tras código, y en el caso de que consiga hacer que el personaje llegue vivo al final de la novela, le espera el gran premio de escuchar en exclusiva un tema del álbum. En ese momento, la historia de Evelyn pierde su valor, subordinada únicamente a la promoción del disco.

En todo caso, nos encontramos ante una forma de promoción diferente, y sobre todo, ante un uso diferente de las herramientas.

Juguemos

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Recientemente me han pedido desarrollar el tratamiento de un cortometraje. La duración tenía que ser imperativamente de seis a nueve minutos, así que, cuando tuvimos que hacer los inevitables descartes, propuse al director, lector de Noticias Transmedia, ampliar su historia utilizando narración transversal. En concreto, crear el blog y las cuentas de Twitter que aparecen en dos secuencias, y utilizar MySpace, dado que los personajes son músicos y la historia transcurre en las horas previas a un concierto.

La primera reacción de mi colega fue de escepticismo, ya que, al fin y al cabo, «sólo» estábamos haciendo un corto. Quizá era excesivo extender la narración para una obra audiovisual pro bono y de mínima duración incluso para sus estándares. Entendía que el concpeto de Transmedia venía para obras profesionales, y sobre todo «para luego», para el área de Marketing.

Los creadores audiovisuales olvidamos a menudo el carácter experimental de algunos formatos. Tal como hablaba de algunas series online, el cortometraje ha sido durante una década una vía de negocio paralela al largo. Eso ha provocado, tal como en éste, la aparición de fórmulas narrativas de cuya repetición muchos no éramos ni siquiera conscientes. Algunos realizadores que he conocido este año no ponen sus obras en la Red, porque les quita posibilidades. Igual que la serie online para las teles, existe el corto «de festivales» o el corto «de teles»… aunque algunas iniciativas nos van a obligar a ponernos las pilas sí o sí.

Conseguí convencer (a medias) a mi colega apelando al carácter lúdico de su corto, precisamente: le sobran unos cuantos euros, este verano no tiene trabajo, y quiere una historia breve para añadir a su bobina. Lo demás vendrá luego, si es que viene. Así que vamos a integrar el blog y, probablemente, la cuenta MySpace, «por probar». Emplear las herramientas y ver qué podemos hacer para integrarlas en la historia, qué tal se nos da y cómo responde el público.

En realidad es para eso para lo que un cortometraje debería servir por encima de cualquier otra consideración, incluso la de tener algo que enseñar: domar la creatividad, estirarla, aprender, explorar técnicas que tarde o temprano hay que utilizar. Pero sobro todo disfrutarlo, porque no siempre puedes hacerlo. Parece que ninguna historia es tan pequeña que no pueda caber en más de un medio. El resultado ya se lo enseñaré, si ustedes me dejan.

Créditos: la imagen pertenece a la galería de LaFruU, con licencia CC.

Pero alguien tiene que hacerlo: cuándo no usar transmedia

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Acepté la invitación a colaborar en Noticias Transmedia para aportar el único valor que poseo, honestamente: la perspectiva de una escritora analógica que empieza a integrar técnicas transmedia. Y en ese proceso, a veces, me surgen dudas sobre si utilizar transmedia puede ser lo más adecuado, cuando no directamente una equivocación.

Actualmente desarrollo formatos de programas (eso que llaman Development Hell). Las biblias en las que trabajo integran una o más secciones en red social, pero siempre basándonos en el clásico programa semanal. Creamos para un receptor que puede tener un papel más activo que hace cinco años, que incluso puede contribuir, pero ni el canal, ni el productor, ni los proveedores de contenidos, han considerado la posibilidad de que cada edición de los programas, cada capítulo, tenga una prolongación continuada en el tiempo gracias al relato transmedia.

No se trata de que desprecien la posibilidad, ni mucho menos. Pero para desarrollarla necesitan, sí o sí, alguien para hacerlo. O sea, hay que pagar a alguien para hacerlo. Y tienen razón, al menos en este área del negocio.

Para que los jubilados de un reportaje anterior continúen relatando su experiencia, por ejemplo, necesitamos saber si quieren hacerlo. Necesitaremos también convencerles, si llega el caso. E incluso los medios para que lo hagan: ir con una minicámara, o recibir su grabación para editarla y subirla al canal. Es parte de la producción. Es parte de la historia.

Un programa protagonizado por, digamos la tercera edad rural, no es Lost. No se puede dejar la historia en manos de una fanbase que ni existe todavía, o que no conocemos (¡o que no tiene Internet!). E incluso en producciones como la citada, antes de que lleguen los fans hay una estrategia. Hay que buscar a los fans. Hay que animarles a moverse. Que lo hagan en la misma dirección que tú o no es otra cosa.

Pero lo que desde luego no funciona es generar un área transmedia y esperar que eso vaya solo.

Como Facebook. Al ser muy conocida, es la herramienta que más he sugerido para extender los reportajes e interactuar con el espectador. Pero ya hay algún ejemplo de cómo no usar Facebook en un producto audiovisual.

¿Alguien atiende aquí?A ver, ¿quién atiende aquí?

Si no hay nadie para responder a las preguntas, mantener a raya a los hoygan, y ya no hablemos de prolongar la narración o generar narrativa multiplataforma, quizá convenga más no hacer Social Media y mantenerse en el modelo analógico. Quizá no debamos sentarnos a esperar una remezcla. Creo que nada perjudica más a un proyecto que mostrar sus tripas en la red, con la estructura a medio construir, vacía o llena de información basura. Y me ha tocado trabajar en más de uno que ha acabado así. Por ahí están, invitando.

S/Telling the Story, disponible online

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Las conferencias S/Telling the Story, con las que la UCLA comenzó sus seminarios sobre Transmedia, están disponibles en streaming. Las mesas fueron moderadas por Henry Jenkins y Denise Mann.

Los cuatro paneles pueden verse en este enlace (requiere Quicktime).

Hashtag

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#Yoconfieso es una canción de Juan Zelada cuya letra es, precisamente, uno de los hashtags más populares de Twitter en español.

En este caso, Zelada ha utilizado un hashtag existente (y espontáneo) y ha compuesto una obra nueva con él. El realizador Roger Casas, inspirador de la idea, ha montado este vídeoclip, del cual me he enterado a través de su twitter y del Tumblr de otro de mis seguidos, el dibujante @naruedyoh. Por supuesto, tiene licencia Creative Commons, además de acreditar a todos los confesados.

Han sido varias las intentonas de emplar Twitter para narrativas transmedia desde el mundo corporativo. En este caso, a la creatividad se une la espontaneidad: la estrategia de comunicación surge naturalmente.

[Actualizado el 30/06/2010: la canción de Juan Zelada puede descargarse en su web]

Yo sí plagié

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Lo que ven es una figura llamada controversia. El Repentismo es una trova popular basada en la improvisación, que ha sido objeto de varias recopilaciones en los últimos cinco años. Es típico de América Latina y se diferencia del free-style en que todo se improvisa menos la estructura: quintillas, décimas sobre todo; si un poeta empieza una controversia con una redondilla, su contario tendrá que seguirla.

En este caso, la Controversia tiene un pie forzado: un tema sobre el que girar. Más difífil todavía. Y ese tema es el plagio.

Yo plagié a César Vallejo

y a Neruda y a Guillén

pero a los tres dentro y en

las palabras de mi viejo.

He aquí una declaración de intenciones. La poesía popular se define como un continuo: de los poetas referentes al padre-espectador, que transmite, y el hijo que, convertido a su vez en poeta, reconoce su parte en el flujo. Y todo ello improvisando a cuatro manos con otro poeta.

Ciertamente, aquí no se está contando una historia en medios distintos: no podemos hablar de transmedia tal como lo entendemos ahora. Sin embargo, sí comparte una característica con el transmedia, su carácter colaborativo. La historia no termina por decisión unilateral, sino cuando el continuo deja de fluir.

En las narrativas colaborativas, el concepto de autoría puede quedar devaluado para unos, cuando no directamente desaparecer. Para otros supone justamente lo contrario al dar continuidad a la obra. Obviamente ambos pensamientos no se quedan ahí: de ambos cuelgan posicionamientos económicos, industriales y jurídicos muy distintos.

Pero la presencia de estas características en otras narrativas, o en otras expresiones artísticas, pueden ayudarnos a posicionar la narrativa transmedia actual, entenderla mejor y usarla mejor: en definitiva, responder a la difícil pregunta Qué es Transmedia que todavía seguimos haciéndonos.

Narrativas tunantes

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¡Tunante!Era 2006. No teníamos Paramount Comedy, así que la veíamos en Localia. Y un día nos hartamos de Localia. Así que decidimos bajar ver el programa con nuestro cable mágico. Lo de los cachitos de show en Youtube estaba bien, pero teníamos calor y andábamos vagos.

Queríamos vernos los cincuentaytantos programas de tirón: los guardamos todos en una carpeta, incluso el último, el que tenía nombre distinto.

Eran como mucho de 4º de ESO y hacían una parodia de La Hora Chanante. Dirán que eso, simplemente, NO es transmedia: eso lo hemos hecho todos de pequeños, primero en directo y después con la handicam (ya, ¿y?). Es que una parodia no es Transmedia: bueno, discrepo. Puede que la parodia no consituya porque sí un relato transmedia, pero vamos a aceptar barco.

Pero ah. Es que los Tunantes iban más allá: parodiaban la estructura de una Hora Chanante y copiaban sketches, y para que les salieran todas las secciones del programa, hicieron sus propios dibujos animados. No se quedaban sólo en la imitación. Y, además, su factura era casera, sí, pero habían cuidado al máximo los detalles.

D'Oh, el dibujo tunante

¿Y esto último por qué? Porque al contrario que los que se grababan con una handicam y lo ponían en el vídeo de un amigo, los Tunantes querían que el resto de fans les vieran. Subieron algunos clips a Youtube, pero sobre todo, fueron a donde íbamos todos a ver el programa.

Metieron su vídeo en el P2P.

Si podemos definir a los Tunantes como narradores transmedia, es precisamente porque no se conformaron con crear: querían difundir. Y buscaron un canal masivo para hacerlo, cuatro años antes de la llegada de las webseries. Y además se la jugaron, porque a los fans de La Hora Chanante, esa serie que se bajaban de la mula, la Hora Tunante no les gustaba. ¡Argumentaban abuso de Propiedad Intelectual!

Ese argumento se quedó obsoleto con las ediciones que llevan en estos cuatro años, donde prácticamente todo el contenido es ya creación propia.

Otra característica transmedia, ir más allá de la imitación: aquí lo ha contado Doris mucho mejor en su punto 2.

Y los autores originales devolvieron la pelota: en FICOD 2008, Píxel y Díxel ofrecieron un taller sobre Muchachada Nui. En él nos enseñaron una promo de la segunda temporada cuyos actores eran, precisamente, los miembros de La Hora Tunante (y que hoy resulta imposible encontrar).

Hace un par de años, cuando hablábamos de transmedia, la posición de poder la tenía el emisor original que decidía cómo se participaba, y siempre en una misma dirección. Pero si esto no es un cambio de paradigma, que baje D’Oh y lo vea.

«Con Internet no vas a ningún sitio»

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A finales del año pasado intenté convencer al productor con el que había trabajado hasta entonces de hacer una ficción para Internet. Me contestó «pero es que con Internet no puedes ir a ningún sitio».

Entiendanle: no vas a ningún sitio de cine. No se admiten producciones web en festivales (salvo este año, en uno de fantástico en Catalunya, donde pusieron Svarmorder). Y tampoco se pueden pedir ayudas al Gobierno, aunque levantar un proyecto para la Red requiere menos esfuerzo que cualquier rodaje. Puede que no se gane dinero con ello, pero el error está en creer que puedes ganarlo con un corto. Alguno lo gana, y alguna vez sacas algo para seguir adelante, pero no puedes hacer cortos para ganar dinero.

Ahora, tras la despedida definitiva de Nikodemo y del fin de Balzac, parece que mi amigo y sin embargo socio pudiera tener razón. El nuevo modelo de negocio tiene tanto de nuevo (el medio) como de viejo (el negocio). Pero al menos estos proyectos fueron gestados para la Red. El fracaso económico, en un año como este, no le quita mérito alguno a sus propuestas. También mi amigo sigue peleando con las facturas.

Internet bulle vídeo online. Leí hace poco que en los 80 todo el mundo tenía un grupo maquetero, en los 90 todo el mundo hacía un corto, en los 2000 todos nos hicimos un blog y en los 10 tenemos una serie en Internet. He escrito para dos de ellas. Una es un producto viral desarrollado por una agencia, promocionando a una de sus actrices: ¿un vídeobook ilustrado, podríamos llamarlo? ¿un vídeobook temático? Mi productor, además, busca posicionar la serie de forma independiente, más allá de las bandejas de correo de los directores de casting. Ambos objetivos se retroalimentan.

Pero la otra. Ay la otra.

«Queremos hacer unos cuantos capítulos y moverla por las teles«, me dijo el director/guionista, que escribió con su amigo el primer episodio hace tres años, de unos diez minutos (¿he oído corto?). El corto de festivales, que se hacía con el ánimo de ser descubierto y dar el salto al largo, es ahora la webserie que quiere dar el salto a la tele. El nuevo Qué vida más triste. Sé de al menos una gran productora que está comprando webseries a su segundo episodio para estudiar su producción en TV. No es que sea algo bueno o malo en sí mismo, pero el lenguaje televisivo no es el lenguaje de la webcast. No puede serlo: episodios de 15 minutos, secuenciación en bloque… ¡títulos de crédito! Y una glorificación del amateurismo que ya ocurría con el cortometraje: no se trata de que los productos sean divertidos o ingeniosos, sino de que estén hechos, o lo parezcan, «con cuatro duros».

Hoy me entero de que los reyes de los cuatro duros, y sus toneladas de ingenio, han emprendido el camino inverso.

Él sí es Enjuto Mojamuto

Si alguien ha demostrado hasta qué punto se gustan Internet y la televisión, han sido Los Chanantes. Pero son de los pocos que han tratado a los dos medios per se, no tratando la Red como una vía de acceso a la Tele. Y además, creando comunidad, pero eso lo contaré otro día si ustedes me dejan.

Así que en efecto, mi amigo tiene razón: con Internet no vas a ningún sitio de cine, no vas a ningún sito de la tele. En Internet llegas a todas partes de Internet. Lo cual no es garantía de nada, pero si al menos esto no lo tienes claro, entonces no es que no vayas a llegar a ningún sitio: es que ni vas a encontrar la salida.