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Especulaciones: Bendito Paladar

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Puedo presumir de que era fan de Bendito Paladar antes de que se convirtiera en el viral favorito de Florentino Fernández y, consecuentemente, en el programa estrella del canal católico 13TV (con spin of en Canal Cocina). Produce Abyana y conducen Sor Consuelo, Sor Liliana y Sor Beatriz. Las sigo con fascinación. Tras el recetario televisivo descubrimos un docushow: la vida cotidiana en un convento de clausura.

¿Es cualquier producto susceptible de crecer en modo transmedia? Sí. Absolutamente. ¿Es recomendable? Sin estrategia, nunca. Jamás. Pero en todo caso no debemos crecer en una única dirección ni al mismo ritmo. Bendito Paladar tiene unas características que podrían limitar su desarrollo transmedia, pero a la vez son las mismas que lo hacen orgánico y, por tanto, susceptible de desarrollo. Su presentación narrativa en dos niveles, recetario y docushow, es una de ellas. Las personalidades de Liliana y Beatriz, que como poco despiertan curiosidad, es la otra.

Abyana ya ha desarrollado una estrategia de comunicación para el programa basada en Facebook, con una red de fans mucho menor que los de su zapping en Tonterías Las Justas, pero muy fiel. El programa acaba de concluir su segunda temporada y su equipo continúa centrando la estrategia en la personalidad de las dos monjas, a las que los fans envían dudas y mensajes personales. El público mayoritario del programa hace suyo el carisma católico, pero descubrimos también seguidores para los que lo religioso no es relevante, aunque sí el diálogo. Quieren conocerlas. Una estrategia transmedia de Bendito Paladar habría de pasar necesariamente por la desvirtualización. Tendría que girar en torno a Liliana, Beatriz y sus compañeras.

Y ahí radica la primera dificultad: la Santa Regla.

Hay que matizar que el concepto de Clausura no es el mismo en todas las órdenes y que cada convento constituye una comunidad con autonomía dentro de las Constituciones Generales. Sor Liliana y Sor Beatriz nos han contado ya que su orden, como muchas otras, les da vacaciones cada pocos años para que visiten a sus familias. Otras monjas de clausura escriben blogs personales donde demuestran que, a pesar de la vida retirada, no se les escapa una. Pero las franciscanas de Segovia, de momento, no tienen Internet. Su interacción con los fans que les piden recetas, trucos, e incluso consejo espiritual han de ser, necesariamente, canalizadas a través de las communtiy managers del programa.

Eso conlleva un cambio en el ritmo del social media habitual de los programas de TV. Pero en este caso la inmediatez no aporta nada.  Entendemos la interacción con el fan al ritmo al que Twitter nos ha acostumbrado, pero ni Twitter ni Facebook son las únicas redes sociales.

El programa aún no tiene galería de fotos (tampoco en su página Facebook).  Dada su vocación más allá del recetario, y los primeros pasos que ya están dando con los making of, Flickr parece una opción natural:  por la audiencia curiosa y porque otorga libertad a las monjas para compartir aquello de su vida diaria que no cubre el show, según su criterio personal y a su ritmo.

De hecho, el primer producto transmedia de Bendito Paladar ya existe y es un libro: Delicias celestiales. Las autoras lo presentaron en rueda de prensa en su convento de Segovia. No sé si las monjas desearían un encuentro más cercano con sus fans, pero hasta Isasaweis se hizo un apartado de correos para que le enviaran manualidades. Y el papel y el bolígrafo, de momento, no se han extinguido.

Pensaba en una iniciativa similar al Postcrossing para los fans que quisieran escribir al convento de Segovia. Postcrossing proporciona a sus miembros el valor de la sorpresa: no sabes quién te va a enviar postales ni desde dónde. El soporte es el premio, y la comunidad el añadido. En este caso, la postal puede convertirse en valor para Liliana y Beatriz, una retribución de sus fans, con el añadido de la comunicación directa.

En realidad, toda la estrategia transmedia propuesta aquí pasa por la desvirtualización y la incorporación de elementos de comunicación tradicional. Lo cual, bien pensado, tiene mucho que ver con el tono del programa: cocina tradicional, realización sencilla y audiencia familiar. La existencia de una red social pasa por construir la comunidad, no por Internet. Se puede tener una red social sin la segunda pero no sin la primera. Aunque, si los beneficios del libro están siendo destinados directamente a la restauración del convento donde viven, el de las Franciscanas Concepcionistas, me pregunto por qué nadie ha hablado a la abadesa, Sor Consuelo, por el crowfunding. Este también estaba inventado antes de Kickstarter: si lo sabrán en los conventos.

 

¿Qué hacemos con Twitter?

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Llevo tuiteando un par de años. Al contrario que otros usuarios a quienes sigo, no tengo un perfil como twitera, del mismo modo que no lo tengo en mi blog personal.  Puedo usar mi cuenta para transmitir una alerta, indignarme, hacer un chiste, seguir un hashtag o pedir material para un corto. Twitter me ha resultado muy útil profesionalmente, pero más aún como creadora:  es lo que una de mis usuarias favoritas define como jugar a twitter. Una competición de creatividad espontánea, comunitaria y efímera. No sólo tienes que ser breve o imaginativo sino rápido. Ganarás followers, serás retuiteado, gracias a tu ingenio. El premio del twitero es perdurar.

Hace unos posts surgió una interesante discusión sobre el uso de twitter como herramienta transmedia. Confesaba yo que ninguna de las iniciativas que he seguido hasta ahora me convence del todo, a pesar de que creo que twitter es la red social más creativa a día de hoy. Y, tal como dije en mi comentario, creo que no tenemos en cuenta su carácter efímero.

La también efímera Dollhouse utilizó, tarde, Twitter como plataforma viral. Uno de sus secundarios, el senador Daniel Perrin, fue filtrando unos memorandos de la Corporación Rossum _donde transcurre la trama_ a lo largo de la segunda temporada. Como casi todo en Dollhouse, el twitter de Perrin se quedó a medio camino y no sirvió para salvar la serie. El experimento duró un par de semanas y Mutant Enemy apenas ha dejado rastro de lo que, a mi parecer, fue una de las aportaciones más interesantes de la serie, precisamente porque tenía en cuenta la rapidez de twitter y porque estaba vinculado al personaje y no a la trama de ningún episodio.

El Twittersodio de Community

Lo  más común, en las relaciones twitter-televisión, suele ser precisamente lo contrario. Utilizar twitter para que, precisamente por su ligereza, se puedan dar pistas sobre misterios sin que se note demasiado la fuente. O desarrollar la trama a través de una cuenta.

Community promocionó su segunda temporada este año acuñando la palabra twittersode para su première. En realidad se trataba de un previo de los personajes de la serie, a la expectativa de lo que se les venía encima en los próximos episodios. Asistimos a una auténtica conversación, que es lo que, en definitiva, es twitter.

Detalle del último twittersodio de El Barco

 

Los twittersodios de El Barco, simultáneos a la emisión de cada episodio, han ido en una dirección similar, pero vinculados a la trama. Los personajes la comentaban a la vez que sucedía.  Alguna vez introducían información, pero no mayoritariamente. El hecho de que además promovieran como único hashtag #elbarco me provocó más confusión que otra cosa, aunque no parece haber sido un problema para los 14234 followers de la cuenta oficial de la serie.

Sin embargo, yo sigo teniendo reparos a vincular twitter a la trama para crear contenidos transmedia. La inmediatez de la que hablaba, pero también todas sus posibilidades creativas, me llevan a relacionarlo directamente con el personaje, como intentaron hacer en Dollhouse y como desarrollaron el twittersodio de Community.

En realidad, muchos twitteros a los que sigo son más personajes que micro-bloggers. Y si, además, los personajes del Estrella Polar estaban precisamente jugándose el pellejo dentro del velero, ¿por qué elegir la hora de emisión para hacerles tuitear? Si de lo que se trata es de crear Trending Topic, los fans de la serie demostraron hacerlo de maravilla al modo ¿tradicional? comentando en directo. Lo cual también es contenido transmedia, colaborativo, y como el propio twitter, espontáneo.

#yoconfieso que soy fan de Felipe y Letizia, la miniserie de Telecinco que pasó der ser un drama romántico a vodevil chanante a twittazo limpio. No encuentro un  ejemplo mejor de cómo la participación muta un producto, y más aún cuando el producto original no tenía vocación transmedial alguna (aunque el «milagro» se quede en lo creativo, porque los resultados no variaron gran cosa). En este sentido tenemos una posible respuesta a la pregunta que me hacía al principio: ¿qué hacemos con Twitter? Probablmente, no podremos hacer ni más ni menos que lo que quieran los twitteros.

Pero alguien tiene que hacerlo: cuándo no usar transmedia

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Acepté la invitación a colaborar en Noticias Transmedia para aportar el único valor que poseo, honestamente: la perspectiva de una escritora analógica que empieza a integrar técnicas transmedia. Y en ese proceso, a veces, me surgen dudas sobre si utilizar transmedia puede ser lo más adecuado, cuando no directamente una equivocación.

Actualmente desarrollo formatos de programas (eso que llaman Development Hell). Las biblias en las que trabajo integran una o más secciones en red social, pero siempre basándonos en el clásico programa semanal. Creamos para un receptor que puede tener un papel más activo que hace cinco años, que incluso puede contribuir, pero ni el canal, ni el productor, ni los proveedores de contenidos, han considerado la posibilidad de que cada edición de los programas, cada capítulo, tenga una prolongación continuada en el tiempo gracias al relato transmedia.

No se trata de que desprecien la posibilidad, ni mucho menos. Pero para desarrollarla necesitan, sí o sí, alguien para hacerlo. O sea, hay que pagar a alguien para hacerlo. Y tienen razón, al menos en este área del negocio.

Para que los jubilados de un reportaje anterior continúen relatando su experiencia, por ejemplo, necesitamos saber si quieren hacerlo. Necesitaremos también convencerles, si llega el caso. E incluso los medios para que lo hagan: ir con una minicámara, o recibir su grabación para editarla y subirla al canal. Es parte de la producción. Es parte de la historia.

Un programa protagonizado por, digamos la tercera edad rural, no es Lost. No se puede dejar la historia en manos de una fanbase que ni existe todavía, o que no conocemos (¡o que no tiene Internet!). E incluso en producciones como la citada, antes de que lleguen los fans hay una estrategia. Hay que buscar a los fans. Hay que animarles a moverse. Que lo hagan en la misma dirección que tú o no es otra cosa.

Pero lo que desde luego no funciona es generar un área transmedia y esperar que eso vaya solo.

Como Facebook. Al ser muy conocida, es la herramienta que más he sugerido para extender los reportajes e interactuar con el espectador. Pero ya hay algún ejemplo de cómo no usar Facebook en un producto audiovisual.

¿Alguien atiende aquí?A ver, ¿quién atiende aquí?

Si no hay nadie para responder a las preguntas, mantener a raya a los hoygan, y ya no hablemos de prolongar la narración o generar narrativa multiplataforma, quizá convenga más no hacer Social Media y mantenerse en el modelo analógico. Quizá no debamos sentarnos a esperar una remezcla. Creo que nada perjudica más a un proyecto que mostrar sus tripas en la red, con la estructura a medio construir, vacía o llena de información basura. Y me ha tocado trabajar en más de uno que ha acabado así. Por ahí están, invitando.

«Con Internet no vas a ningún sitio»

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A finales del año pasado intenté convencer al productor con el que había trabajado hasta entonces de hacer una ficción para Internet. Me contestó «pero es que con Internet no puedes ir a ningún sitio».

Entiendanle: no vas a ningún sitio de cine. No se admiten producciones web en festivales (salvo este año, en uno de fantástico en Catalunya, donde pusieron Svarmorder). Y tampoco se pueden pedir ayudas al Gobierno, aunque levantar un proyecto para la Red requiere menos esfuerzo que cualquier rodaje. Puede que no se gane dinero con ello, pero el error está en creer que puedes ganarlo con un corto. Alguno lo gana, y alguna vez sacas algo para seguir adelante, pero no puedes hacer cortos para ganar dinero.

Ahora, tras la despedida definitiva de Nikodemo y del fin de Balzac, parece que mi amigo y sin embargo socio pudiera tener razón. El nuevo modelo de negocio tiene tanto de nuevo (el medio) como de viejo (el negocio). Pero al menos estos proyectos fueron gestados para la Red. El fracaso económico, en un año como este, no le quita mérito alguno a sus propuestas. También mi amigo sigue peleando con las facturas.

Internet bulle vídeo online. Leí hace poco que en los 80 todo el mundo tenía un grupo maquetero, en los 90 todo el mundo hacía un corto, en los 2000 todos nos hicimos un blog y en los 10 tenemos una serie en Internet. He escrito para dos de ellas. Una es un producto viral desarrollado por una agencia, promocionando a una de sus actrices: ¿un vídeobook ilustrado, podríamos llamarlo? ¿un vídeobook temático? Mi productor, además, busca posicionar la serie de forma independiente, más allá de las bandejas de correo de los directores de casting. Ambos objetivos se retroalimentan.

Pero la otra. Ay la otra.

«Queremos hacer unos cuantos capítulos y moverla por las teles«, me dijo el director/guionista, que escribió con su amigo el primer episodio hace tres años, de unos diez minutos (¿he oído corto?). El corto de festivales, que se hacía con el ánimo de ser descubierto y dar el salto al largo, es ahora la webserie que quiere dar el salto a la tele. El nuevo Qué vida más triste. Sé de al menos una gran productora que está comprando webseries a su segundo episodio para estudiar su producción en TV. No es que sea algo bueno o malo en sí mismo, pero el lenguaje televisivo no es el lenguaje de la webcast. No puede serlo: episodios de 15 minutos, secuenciación en bloque… ¡títulos de crédito! Y una glorificación del amateurismo que ya ocurría con el cortometraje: no se trata de que los productos sean divertidos o ingeniosos, sino de que estén hechos, o lo parezcan, «con cuatro duros».

Hoy me entero de que los reyes de los cuatro duros, y sus toneladas de ingenio, han emprendido el camino inverso.

Él sí es Enjuto Mojamuto

Si alguien ha demostrado hasta qué punto se gustan Internet y la televisión, han sido Los Chanantes. Pero son de los pocos que han tratado a los dos medios per se, no tratando la Red como una vía de acceso a la Tele. Y además, creando comunidad, pero eso lo contaré otro día si ustedes me dejan.

Así que en efecto, mi amigo tiene razón: con Internet no vas a ningún sitio de cine, no vas a ningún sito de la tele. En Internet llegas a todas partes de Internet. Lo cual no es garantía de nada, pero si al menos esto no lo tienes claro, entonces no es que no vayas a llegar a ningún sitio: es que ni vas a encontrar la salida.